DOBLE FRUSTRACION / No a la violencia!
Hoy nuestro país atraviesa una profunda crisis producto de unos acontecimientos doblemente frustantes. Es cierto que el sistema político peruano ya arrastraba más de un lustro de estar en coma, sin capacidad de representación legítima, con empresas familiares que fungen de partidos y arropan intereses particulares de quienes pagan por “pertenecer”, con una polarización circense y extremista y una tóxica fragmentación de opciones. Sumado a todo ello tenemos nuestra tradición presidencialista que alienta un persistente caudillismo y exacerba el personalismo vacío de propuestas que animen y encaminen a la sociedad peruana hacia un desarrollo equilibrado y sostenible.
Sin embargo, lo que estamos viviendo en este momento amargo contiene unas características particulares que se añaden a la crisis política. Me refiero a la frustración que, a mi modo de ver, es doble para una significativa porción de la población que se identificó con Pedro Castillo, que no solo votó por Perú Libre sino que, esencialmente se sintió representada por él en su condición de dirigente magisterial de origen andino, asociado al mundo campesino y rural que, históricamente, nunca antes formó parte de la élite encargada de gobernar. En su momento fue una esperanza legítima y más que razonable que es sentida hoy como una traición tanto por los que aún defienden su gobierno como por quienes consideran que la sucesión constitucional también lo es.
Entonces la frustración del desgobierno se tornó inescapable por la cólera que producen las ilusiones y promesas incumplidas (“no más pobres en un país rico”); frustración también por la constatación -aunque no siempre aceptada abiertamente- que durante los 16 meses que fungió de jefe de Estado, su actuación ha sido desastrosa, plagada de incompetencia y corrupción descarada; frustración además por las constantes e insospechadas convergencias con la derecha radical y ultra conservadora de muchos de sus intercambiables ministr@s y congresistas que, por si fuera poco, destrozaron en repetidas oportunidades la bancada oficial diluyéndola en un archipiélago de grupillos atados por intereses minúsculos; frustración por mensajes y poses vacías, por reuniones descentralizadas sin resultados ni impactos reales salvo el discurso hueco y la agitación local.
Y a esa devastadora frustración debemos sumarle la segunda, la frustración moral que, por el momento, no será aceptada ni asumida por sus seguidores pero que es vivida/sufrida en la mente y conciencia de cada uno de ellos en silencio: la rabia porque los privaron de mala manera de sus expectativas y sueños, los estafaron. En efecto, Pedro Castillo jugando en pared con un nefasto congreso, son los responsables de malograr una salida de la pobreza y el olvido para los más humildes de nuestro país. Por si eso no bastara, Castillo aporta una gigantesca torpeza antidemocrática con la que se suma a la “larga lista de precursores presidenciales fallidos” que explican la debacle ideológica y política del sistema de partidos y que marca con el sello de ilegalidad y vergüenza a los raleados -y por momentos patológicos- seguidores.
Doble frustración que pesará largo tiempo en la escena nacional junto con la memoria de los jóvenes fallecidos para quienes hubiéramos deseado un futuro diferente. El escenario nos obliga a construir puentes que integren, diálogos que reconozcan e incluyan la diversidad y acuerdos básicos que nos permitan reconstruir el tejido social con bienestar, justicia y paz.
(Escrito el 14/Dic/2022)