El electorado y la opacidad


Cuando escribo esta nota el escrutinio final está al 92.55% y la diferencia a favor de PPK es pequeña (menos de 0,7% de los votos válidos). En definitiva será un triunfo con las justas o, como se diría en hípica, por una nariz.  Este probable resultado no es nuevo en el país; en varios procesos electorales previos ha ocurrido situaciones similares en términos numéricos.

Lo que diferencia quizá esta elección de otras anteriores es el repentino y contundente cambio de tendencia en los últimos días previos al domingo 5 de junio. Sin duda durante semanas estaremos inundados de teorías, hipótesis y análisis que intentarán explicar por qué se dieron estos resultados y no otros. Pretendo, como elector independiente, colocar algunas reflexiones para contribuir a entender este fenómeno.

Ganar el balotaje para una candidatura que en primera obtuvo poco menos de la mitad de los votos obtenidos por la clara ganadora en primera vuelta era, a no dudarlo, una tarea titánica. Y todo parecía indicar que resultaría casi imposible entre otras cosas porque no era razonable apostar a que los errores y debilidades que suelen mostrarse en estos trances ocurrieran todos en un solo lado. Pero ocurrió algo cercano a ello.

Los analistas han destacado en demasía los errores de campaña de PPK pero, respecto de su contendora, sólo se concentraron en el caso Joaquín Ramírez y sus derivaciones, caso que impactó muy fuerte en casa fujimorista pero quizá faltó precisar otros detalles no menos importantes para un electorado atento.

 
Elenco efímero – estrellas fugaces: desde De Soto, pasando por líderes evangélicos ultra conservadores, dirigentes de la minería informal de Madre de Dios, opacos líderes de construcción civil hasta malabaristas de otras tiendas políticas buscando poder (PPC, APRA). Lo característico en todos ellos fue su participación fugaz, inorgánica, en busca de cámaras. El electorado observa, medita y evalúa que este tipo de estrategia no ofrece las mínimas garantías de seriedad ni de solidez. Que con la misma facilidad con la que se aúpan, en cualquier momento se separarán o desvanecerán. 

En una competencia dura y de resistencia no puedes fallar “por no tener llanta de repuesto”. Mientras que PPK mostraba y defendía a su equipo y recibía apoyo de terceros a prudente distancia, no son alianzas decía, la Sra. Fujimori fallaba en los “pits”: su jefe de técnicos era un jale reciente al que no se le notaba el color naranja; cuando cae su secretario general no coloca un recambio con renovada credibilidad sino que le encarga a Chlimper la doble función de candidato y bombero que, por si fuera poco, terminó también de pirómano. Etcétera.
Finalmente las vocerías con ADN diferente de personas como Galarreta y Alcorta, o los refuerzos de oportunidad como Eguren y “huevo duro” Altuve, confunden al electorado y muestran una débil consistencia entre propuesta de gobierno y equipo para llevarla a cabo. El apoyo público en las postrimerías de la campaña del Alcalde Castañeda fue la cereza que terminó de persuadir a los indecisos a preferir viejo conocido que opaco por conocer.

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