Al día siguiente, luces de esperanza.




2 de setiembre, 2014

El Transporte público como sistema estructurado, previsible y focalizado en prestar un servicio de calidad es una condición indispensable para contar con una “ciudad amable”.  Más aún si se trata de una ciudad extendida, árida y contaminada y con baja densidad en la ocupación del territorio como Lima. Y si, como lo demuestra una reciente encuesta de RPP sobre el transporte público, más del 80% piensa que el problema reside en la falta de respeto a las normas y a la gente, falta de conocimiento de las reglas de tránsito y negligencia pura y dura de los conductores, entonces convertir el transporte público en un sistema de excelencia es un imperativo ineludible. 
Nuestra ciudad cuenta con tres piezas claves en esa materia: El corredor segregado de alta capacidad (COSAC) llamado Metropolitano, el Tren elevado y el Corredor azul de reciente implementación. Tres modalidades diferentes de transportación masiva que son la base para el desarrollo del sistema multimodal del futuro cercano. Se requieren ajustes como el diseño de estaciones intercambiadoras, unificación del sistema de boletaje y recaudo y, no menos importante, continuar con la racionalización de las rutas tradicionales. Y este último punto es sustancial por varias razones siendo la principal la importancia de ir desterrando viejos y malos hábitos en el uso ciudadano de los servicios de transporte.
No parece tener sentido implementar un corredor con nuevas rutinas para abordar, con paraderos bien definidos y frecuencias de paso preestablecidas al mismo tiempo que se “arrima” a las vías paralelas a los servicios tradicionales. Con ellas se mudarán los hábitos urbanos que se desea modificar: guerra por el pasajero, recojo donde puedo y paro donde me piden, flexibilidad de la ruta según conveniencia del chófer, inseguridad permanente, severa contaminación y ruido enloquecedor. En suma un esquema esquizofrénico que confunde y desalienta.

Ayer hemos visto cómo la población usuaria, en general, muestra buena disposición para el cambio. La administración municipal debe capitalizar tal ánimo y garantizar un servicio de calidad, sin improvisación constante y procurando hacer irreversible el cambio: las rutinas transformadas de los usuarios  y el servicio ordenado y seguro deben ser las claves de sostenibilidad. Para eso es también indispensable que el corredor no esté invadido por taxis, muchos de ellos informales. Y será importante que se haga respetar, con el concurso decidido de la PNP, el carril exclusivo para buses en las Av. Tacna y Garcilaso de la Vega –que dicho sea de paso podría quedar reducido a uno-. También que se establezcan paraderos de taxis separados y distanciados de los paraderos del servicio de buses y que se apure el ingreso de la flota completa de buses incluyendo las nuevas unidades que se ofrecieron y que el público, con razón, reclama. 

La nueva administración municipal metropolitana que asuma dentro de pocos meses debe persistir en el camino del cambio. Lima lo necesita y, en gran medida, el resto de ciudades importantes del país seguirán el ejemplo si la larga reforma es exitosa y se sostiene en el tiempo. Un segundo COSAC y nuevos corredores complementarios, nuevas líneas de trenes urbanos, preferencia al peatón (que es el usuario del transporte público y de otros modos como la bicicleta), articulación territorial de políticas en los tres niveles de gobierno son, entre otras medidas, lo que los ciudadanos esperamos para el 2015 en adelante. 

Rafael García M.

© Ciudad Nuestra

 

 

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